¿CÓMO SÉ SI MI GATO TIENE FIEBRE?

Muy fácil: con un termómetro. Cuando tengas sospechas de que tu gato puede estar atravesando un proceso febril, la única manera de asegurarse es utilizando el termómetro para medir la temperatura rectal. Es conveniente untar el extremo con un poco de vaselina y mucho más cómodo si otra persona sujeta al animal mientras, con suavidad, lo introducimos en el ano aproximadamente un centímetro. Esto no le producirá dolor pero, si no está habituado, puede ser que reaccione bruscamente por lo que lo mejor es acostumbrarle desde pequeño al termómetro.

La temperatura normal de un gato se sitúa entre los 38 y 39º C por lo que con 39, 5º C ya podríamos hablar de fiebre. En este caso, la única solución es acudir al especialista puesto que la fiebre puede ser una manifestación de una infección viral o bacteriana, de una afección respiratoria o de una infección urinaria, entre otros problemas.

Pero, para llegar a pensar que nuestra mascota tiene fiebre, hemos tenido que observar algunos síntomas de enfermedad que, a veces, para los dueños menos experimentados, pasan inadvertidos. La alteración del apetito es uno de los primeros síntomas al igual que el cansancio y el aislamiento. Tampoco hay que perder de vista el pelaje pues la aparición de caspa o la pérdida de brillo pueden ser también signos de alguna dolencia. Cualquier cambio en su actitud debe llamarnos la atención; si está sufriendo le notaremos nervioso, con la respiración agitada e, incluso, agresivo. El que maúlle de forma lastimera —si no lo hace habitualmente para que le hagamos caso— también puede ser signo de estrés o de dolor.

En realidad, es más sencillo de lo que parece pues la convivencia hace que la relación con nuestras mascotas sea cada vez más estrecha y que, ante la más mínima alteración, podamos solucionar cualquier problema con una oportuna visita al veterinario.

Texto: Patricia Lozano.

 

 

Ver publicación original en www.elmundodelgato.com

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