Gatos campestres

Los gatos que nacen y crecen en el campo, con grandes espacios para jugar e investigar, tendrán algunas características distintas a los gatos caseros. Crearán y defenderán su propio territorio, manteniendo alejados a gatos extraños. Si convive con otros gatos habrá una clara jerarquía y cada animal impondrá sus límites dependiendo de su carácter, hay gatos claramente más dominantes y otros más sumisos o dóciles.

Los gatos de una misma camada suelen llevarse bien, aunque siempre se establecerán diferencias al crecer. Pero ocurre en el campo que a veces pueden aparecer gatitos extraños o bien gatas que críen en nuestro entorno y pasen a interaccionar con nuestros gatos. Lo que suele ocurrir entonces es que nuestro gato o gatos al principio rechacen a los extraños pero, generalmente, los acaban aceptando al ser cachorros.

Cosa distinta es ya con los gatos adultos, donde sí pueden surgir verdaderas disputas territoriales.

La dieta del gato campestre debe ser igualmente equilibrada y de alta calidad, aunque normalmente estos gatos suelen ser menos exigentes que los caseros y, además, en este caso el felino la complementará fácilmente con pequeños animales producto de sus correrías nocturnas y de sus dotes de cazador. Es normal que nuestro gato nos traiga regalos de vez en cuando: ratoncillos, pájaros, saltamontes, etcétera, como queriendo mostrárnoslos; para ellos somos su familia, como los demás congéneres con los que convive y lleva su caza a su familia y a su casa. Pero el hecho de cazar no significa que nuestro gato pase hambre y que debamos darle más comida, simplemente lo hace por instinto y por diversión, incluso recibiendo la comida más exquisita.

En un gato que vive en el campo no es tan importante proporcionarle malta periódicamente, pues él ya se encargará de comer hierbas para purgarse. Sin embargo, hay veterinarios que aconsejan el uso de la malta también en estos mininos.

Foto Albrecht Fietz.

Un cuidado especial deben tener las personas que vivan en el campo y cultiven cualquier verdura, hortaliza o, simplemente, tengan plantas. Los insecticidas, plaguicidas y demás productos que añadimos a las plantas para que crezcan sanas y no tengan enfermedades, pueden ser letales para nuestros gatos. Ellos curiosean allá por donde van e ingerir alguna de estas sustancias les puede llevar a tener problemas muy serios como vómitos, convulsiones, etcétera, que pueden desembocar incluso en la muerte. Ante cualquier síntoma sospechoso de envenenamiento hay que acudir de inmediato al veterinario.

El juego en los gatos campestres requiere menos la interacción con su dueño, pues se entretienen con cualquier cosa: una pajarillo, un roedor, un insecto, la rama de un árbol, una planta… Además, si convive con otros gatitos no pararán de saltar, correr, cazarse unos a otros y provocar pequeñas peleas, con lo que seguro acabamos observando divertidos sus posturas y gestos.

Y ya para terminar, hay un tema muy importante en los gatos que tienen más libertad de acción, sobre todo sin son hembras. Habrá que actuar de un modo responsable y esterilizar a nuestra gata si no deseamos tener nuevos inquilinos, la visita al veterinario para informarse será necesaria en este caso. También en el caso de los machos la castración es muy recomendable, pues evitaremos que pasen largos periodos de tiempo fuera de casa y además vuelvan magullados de las peleas con otros gatos, que en algunos casos pueden dejarles secuelas serias. La castración es la mejor opción y de este modo también habrá menos posibilidades de que nuestro gato desaparezca para siempre en una de sus correrías buscando hembras con las que aparearse.

Cualquier gato será feliz en un piso o casa sin salida al exterior, o teniendo jardín o viviendo en el campo. Los felinos domésticos se adaptan estupendamente a cualquier ambiente, siempre que se sientan cómodos y se les alimente y cuide adecuadamente. Ellos serán felices sólo con un mínimo esfuerzo por nuestra parte, al fin y al cabo han nacido para eso, para ser felices. Ellos lo saben y nos lo intentan enseñar.

Texto: Beatriz Moragues.

Ver publicación original en www.elmundodelgato.com

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