Tenemos a nuestro gatito dormido, confiado, tranquilo, en nuestras rodillas o en el sofá, a nuestro lado, mientras leemos un libro o vemos la televisión. Sabemos que está seguro, nada le puede ocurrir dentro de casa. Le cuidamos, le alimentamos, le acariciamos cuando requiere nuestra atención, estamos pendientes de cualquier cosa que le ocurra y él vive su vida feliz y relajado, seguro de estar en el lugar adecuado y con los mejores compañeros de viaje.

El gato brilla por su inteligencia, su refinamiento y su independencia, sin dejar por ello de ser un animal sociable y cariñoso. Ya desde pequeño, cuando deja de depender del alimento de su madre, ésta le irá enseñando a ser autosuficiente hasta el extremo de rechazarle para que aprenda a valerse por sí mismo.

Este maravilloso felino, criado con mimos desde pequeño, es un invitado exigente en lo que a alimentación se refiere. Su sensibilidad olfativa le ayuda a distinguir una comida en buenas condiciones de otra que no lo esté. Muchos gatos rechazan la comida cuando no está a la temperatura adecuada, demasiado fría o demasiado caliente, e incluso ya no quieren los restos de una latita de comida abierta el día anterior, a pesar de que esté en perfectísimas condiciones. Y de nada servirá nuestra insistencia, hasta que no le abramos otra latita nueva él no va a probar bocado. Y es que, como ya dijo la escritora y enamorada de los gatos Pam Brown: «Los gatos saben por qué no deberían perder el tiempo aprendiendo palabras. Después de todo, no tienen ninguna intención de obedecer a nadie».

Es importante en un gato que no tiene acceso al exterior, proporcionarle malta periódicamente, sobre todo si es un gato de pelo semilargo o largo. Cuando su principal alimento es la comida seca, también se puede complementar su dieta una vez por semana con otro tipo de comida: trocitos de pollo (siempre sin hueso, por supuesto), latitas especiales para gatos, sardinas enlatadas, atún… Seguro que esa diversidad de alimentos despertará su interés y apetito, contribuyendo a su bienestar y felicidad. Y no hay que olvidar nunca que es contraproducente alimentar a un gato exclusivamente con sobras de nuestra comida, como se hacía antiguamente, o con alimentos destinados a otros animales, por ejemplo, pienso o latitas para perros.

EL JUEGO

El juego también es muy importante para nuestro gato casero y será necesario jugar con él de vez en cuando y proporcionarle juguetitos para que no destroce las cortinas o aparezca nuestra zapatilla de repente en el centro del salón. A los gatos les gusta mucho investigar y curiosear, por lo que cualquier cosa que tenga movilidad llamará su atención, desde una pelotita deslizándose por el suelo, hasta una cuerdecita colgada a la que puedan alcanzar con sus patitas. Pero habrá que poner mucha atención en no dejar a su alcance materiales que puedan dañarle, para que no los utilice como juguetes.

Por ejemplo: pequeñas cuerdas con las que podría ahogarse al tragarlas, bolsas de plástico, mantitas o toallas deshilachadas que podrían enredarse en el cuello y, al intentar soltarse, se ahogarían sin darse cuenta, pelotitas demasiado pequeñas que podrían tragarse, agujas o cualquier utensilio pequeño y punzante, etcétera.

Es obvio que un gato que no tiene acceso al exterior, que no puede cazar pequeñas presas y que tiene sus necesidades vitales cubiertas, tendrá más ganas de jugar porque dispondrá de más tiempo para ello y porque le es imprescindible para mantener su equilibrio psíquico.

Es frecuente ver cómo a nuestro gato, ya adulto, le dan arrebatos repentinos y comienza a correr y a saltar por la casa, presa de una enajenación momentánea e inesperada.

Esto es completamente normal y nuestro querido amigo no hace más que cazar ratoncillos imaginarios o alcanzar pájaros inexistentes. En el crecimiento de nuestro gato y en su desarrollo emocional es básico el componente lúdico y de pequeño no dejará de jugar ni parecerá cansarse nunca además, de este modo, su sistema óseo y muscular se desarrolla de la manera adecuada. Pero tampoco hay que preocuparse en exceso, ya que a partir de los cinco meses nuestro gato empezará a estar algo más tranquilo y a reducir sus periodos de juegos.

Asimismo, le deberemos facilitar un rascador para que afile sus uñas y no utilice el sofá o las puertas para ello. Y es conveniente acostumbrarle desde pequeño para así no tener problemas en el futuro, ya que los gatos necesitan afilar sus uñas por diversos motivos.

Foto Alberto Nevado – El Mundo del Gato.

Por una parte, se desprenden de la parte gastada y, al mismo tiempo, ejercitan los músculos con dichos movimientos. Además, también marcan su territorio de esta manera. Es muy importante entender que nunca, nunca, hay que extirparle las uñas a un gato, ya que ello supone un sufrimiento físico y psicológico innecesario y cruel. Para solucionar estos problemas hay otras maneras, un gato es un gato y debe vivir y desarrollarse como tal y nunca ser mutilado para comodidad de su dueño. También el cepillado será importante, para evitar que trague demasiados pelos en su limpieza diaria y también para que no los deje esparcidos por toda la casa, sobre todo por los sillones y la cama, si es que le dejamos acceder a ellos.

Texto: Beatriz Moragues.

Ver publicación original en www.elmundodelgato.com

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