El Arca
Quizás la palabra “vibrisas” las asemejamos con cierto aire fresco primaveral. En los gatos encontramos unos bigotes muy sensibles, más largos y cinco veces más anchos que el resto de pelos de su cuerpo, insertados tres veces más profundos en la dermis que un pelo común. Estos largos y gruesos pelos se llaman técnicamente vibrisas, y transmiten la información del ambiente mediante impulsos eléctricos a una región del cerebro conocida como “región de barriles”.
Las vibrisas actúan como receptores táctiles (captan información del exterior) y son habituales en los mamíferos como perros, leones, roedores, zorros, nutrias. También los humanos contamos con vibrisas en nuestras fosas nasales (que actúan como barrera y defensa ante la inhalación de partículas extrañas por la nariz) y en nuestro oído.
Los gatos suelen tenerlas en las cejas, los bigotes, detrás de las patas delanteras y en algunos casos, en la barbilla. La longitud de las vibrisas supera tanto la altura (en las cejas) como la anchura del animal, permitiendo medir el espacio por donde puede pasar. Además, a través de la especial sensibilidad de las vibrisas puede captar temperaturas, guiarse y “sentir” por dónde camina (especialmente en la noche, cuando más enérgicos se muestran para cazar).
Las vibrisas pueden considerarse el “sexto sentido del gato”, ya que logran percibir campos electromagnéticos, geológicos, sonidos inaudibles para los humanos e incluso fenómenos climáticos: pueden detectar temblores y erupciones volcánicas.
Nunca deben cortarse las vibrisas, estaríamos privando al gato de una necesidad innata de relacionarse con el medio que lo rodea; además estos bigotes, como ya hemos comentado, son altamente sensibles y podríamos dañarlo