La ruidosa exhibición del celo

¿Su gata emite continuos quejidos, demanda más cariño de su parte, se restriega y cuando la acaricia alza el tercio posterior y la cola?

No se asuste, sólo significa que está experimentando su primer celo y que deberá tener paciencia pues se prolongará durante dos o tres semanas y volverá a repetirse en breve. Si su gato es macho también notará ciertos cambios —nerviosismo, orina de olor fuerte y agresividad— si en las proximidades hay una hembra en celo.

Una gata puede tener su primer celo entre los cinco y doce meses de edad pero hay numerosos factores que afectan a su ciclo hormonal por lo que no se puede hablar de unas fechas concretas.

En los meses en los que aumenta la luz solar las gatas tienen más probabilidades de tener el celo, normalmente comienzan a mostrarse activas sexualmente en primavera pero, en el caso de las mascotas que viven en un piso, este comportamiento puede verse afectado.

Además del clima, de la luz y de los estímulos, también influye en la aparición del primer celo la raza pues las hembras de pelo corto, como las siamesas, pueden tenerlo a los cinco meses mientras que las de pelo largo, de tipo persa, esperan hasta los diez meses. Por lo general, se calcula un promedio de tres ciclos de tres semanas de duración en los que la fertilidad de la gata oscila entre los seis y los diez días.

ETAPAS DEL CELO
Las gatas son hembras poliéstricas estacionales, lo que quiere decir que durante una determinada época del año pueden tener varios celos separados por unos días de reposo.

La primera etapa del celo se conoce como proestro y dura entre uno y tres días. Las concentraciones de estrógenos en sangre son más elevadas y el apetito del animal y su cariño hacia el amo aumentarán; la vulva se hace ligeramente más grande y sus maullidos serán más agudos y cortos. La gata se mostrará inquieta y comenzará a insinuarse a los gatos pero no dejará que la monten, por eso se conoce a este periodo como «la etapa de cortejo».

La segunda fase del ciclo reproductivo se denomina estro y es el momento de la receptividad sexual, el celo en sí mismo. Durará de cuatro a seis días si se produce el apareamiento y de 10 a 14 si éste no tiene lugar. Los maullidos se vuelven más altos y fuertes para llamar al macho y los cambios de conducta son más bruscos y apreciables.

En la siguiente etapa, metaestro, la gata rechazará de forma agresiva a todos los machos que intenten acercarse pero este comportamiento sólo durará 24 horas. En la fase final, anestro, el ciclo sexual está en descanso hasta el próximo celo.

Los machos, que alcanzan su madurez sexual al año de vida, no sufren el mismo proceso orgánico que las hembras pero sí se ven afectados por él. Están permanentemente dispuestos a aparearse, sólo les hace falta un pequeño estímulo para abordar a su pareja y este no es otro que el celo. Al igual que las gatas, intentarán escaparse a la mínima ocasión, maullarán fuertemente, se volverán más agresivos y dejarán marcas de orina de un olor fuerte y perdurable como reclamo. Si consiguen salir, se enzarzarán con otros machos en sangrientos combates por obtener los favores de la hembra pudiendo llegar incluso a intentar castrar a sus rivales a dentelladas.

Hay que extremar el cuidado con los gatos jóvenes si rondan gatas en celo por la zona pues los ejemplares más viejos y experimentados pueden herirlos gravemente. Las feromonas que emite la hembra durante el periodo de receptividad sexual son verdaderas armas químicas que, sumadas a los cantos de cortejo, atraen a varios machos que pueden llegar desde lejos. Enseguida entrarán en competición y comenzarán las amenazas mediante posturas, bufidos y chorros de orina hasta que queden dos o tres ejemplares dispuestos para el enfrentamiento directo. El vencedor acompañará a los perdedores durante algunos metros después de haberles rociado con su orina de olor penetrante.

Sin embargo, aún no ha acabado pues ahora deberá centrar sus esfuerzos en conquistar a la hembra que, durante el combate, ha permanecido completamente indiferente dedicándose a su aseo. Su primera reacción será amenazar al macho con bufidos, las orejas hacia atrás y enfrentándose a él si intenta acercarse a su grupa; lanza zarpazos con las uñas fuera y puede pasar al ataque, además, cuando un macho se acerca demasiado emite un grito estridente. Todo esto puede llegar a durar hasta diez minutos y, en ocasiones, la gata terminará por expulsar a su pretendiente sin contemplaciones.

Cuando la hembra decide aceptar al macho los golpes de pata son cada vez menos agresivos y retrae las uñas hasta permitir que el gato se acerque, la huela e incluso llegue a lamerla. Para terminar, levanta los cuartos traseros presentando la grupa y ladeando la cola. Demasiado trabajo para una cópula que dura entre tres y cuatro minutos o incluso menos en el caso de un macho con mucha experiencia.

¿CÓMO EVITAR LAS MOLESTIAS?
Para eliminar los inconvenientes que ocasiona el celo a los dueños y las camadas no deseadas que, muy a menudo, pasan a formar parte de la triste estadística de animales abandonados, podemos recurrir a la esterilización que, al contrario de lo que se suele creer, no es perjudicial para el animal. El veterinario te informará de que no existen efectos secundarios graves y te aconsejará que lo hagas pues es muy recomendable tanto si tu animal vive en un piso en una ciudad grande como en un chalet.

En el caso de las hembras consiste en una operación quirúrgica que se practica a partir de los seis o siete meses de edad aunque no haya tenido el celo todavía.

Tras ella no volverá a tener celos ni posibles gestaciones y conseguiremos evitar problemas derivados de las alteraciones hormonales como quistes ováricos, tumores en ovarios y útero o infecciones uterinas. La creencia de que las gatas deben criar al menos una vez es completamente falsa y está comprobado que la castración precoz minimiza el riesgo de padecer estas enfermedades.

La castración del macho que vive en un piso y no puede satisfacer sus necesidades sexuales hará que esté menos perturbado y que sea más sencillo convivir con él.

En el caso del gato que tiene la oportunidad de salir a la calle y campar a sus anchas, no sólo estaremos evitando que deje embarazadas a las hembras de la zona sino que contribuiremos a que tenga menos posibilidades de contraer enfermedades como la leucemia felina o el síndrome de inmunodeficiencia felina que se transmiten por la saliva o las mordeduras de otros felinos durante las peleas por hacerse con los favores de las gatas. Esta intervención hará desaparecer el penetrante olor de la orina y, aunque puede realizarse a partir de los seis meses, es recomendable esperar hasta que el gato haya cumplido los ocho o nueve meses.

Con la castración los gatos se vuelven más tranquilos y cariñosos. El único inconveniente es que adquieren tendencia a la obesidad pero esto se puede solucionar eliminando un tercio de la ración diaria, con piensos light y animándoles a jugar para que hagan ejercicio.

Otra opción para evitar el celo en las hembras son los fármacos inhibidores del mismo pero debemos informarnos muy bien pues, en algunos casos, se han detectado efectos secundarios. El esterilizar a las mascotas es una decisión personal de los propietarios pero con ello conseguimos evitar molestias y mejorar la calidad de vida de los gatos sin ningún efecto perjudicial para su salud.

Objetivo: encontrar un compañero
Durante el celo debemos extremar la prudencia pues la hembra no pensará más que en escaparse de casa para encontrar un compañero y centrará todos sus esfuerzos en conseguirlo, maullará con todas sus fuerzas para llamar a un macho y rondará cerca de las puertas a la espera de la mínima oportunidad para salir. Se frotará por todas partes y, cuando se la toque, se pondrá rígida en una posición parecida a la de la cópula. No parará de atraer la atención de su dueño pues están especialmente mimosas durante este periodo e incluso puede llegar a olvidarse de su higiene y orinar fuera de su bandeja. Esto último puede convertirse en un verdadero problema pues podemos encontrar orina en cualquier rincón de la casa cuya finalidad es esparcir un olor muy fuerte y característico, parecido al del amoniaco, para atraer a los machos. Es cierto que algunas hembras son más discretas y se conforman con restregarse y ronronear pero otras son presa de un auténtico delirio.

Texto: Patricia Lozano.

Ver publicación original en www.elmundodelgato.com

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